domingo, 27 de marzo de 2011

Tempo libre

Si hago cuentas del año en que cursaba tercero de primaria, me deprimo y llegaré a la frase cliché de 'todo tiempo pasado fue mejor', pero no es el objetivo. Podría estar viendo una materia como español o matemáticas, mejor dicho, para no desgastarme pensando en la materia, estaba viendo cualquiera de las dos y eran más o menos las 9:30am, me situó en ese momento por que recuerdo bien la sensación de esa hora, la razón, en 15 minutos, a las 9:45am tenía el 'recreo', ese fascinante espacio de libertad en la época en que solo se piensa en salir a compartir con lo compañeritos del colegio en los diferentes juegos, aunque lo que más agradaba del 'recreo' era esa sensación de libertad, que ya siendo adulto comprendí mejor. ¡Era una falsa sensación de libertad!

Media hora después de 'recreo', llegaba el sonido que lo daba por terminado, la campana ese instrumento que deseaba tirar a rodar por las escaleras y silenciar de cualquier forma posible, ese instrumento desafiante que terminaba con mi libertad y me decía que tenía que volver al salón de clase. Maldije y lloré varias veces al sentir el fin de mí preciado tiempo de juego, más que todo cuando interrumpían el juego misión del deber, serie de televisión de la época. Varias veces en compañía de otros traviesos compañeritos (los mismos de misión del deber), tratamos infructuosamente en tirar, quebrar, esconder o hacer cualquier cosa para que la campana no sonara.

Años después en el mismo colegio, ya en bachillerato la campana evolucionó a un timbre al igual que el término para designar el tiempo de juego. 'El descanso', era ahora el tiempo determinado para salir hacerse el varón y asombrar las niñas de otros cursos en los juegos programados por el profesor de educación física. Ya no estaba misión del deber como juego, pero si las conversaciones de lunes sobre el capítulo de la ‘serie rosa’ que pasaban por la famosa perubólica del momento.

Sonaba el timbre y sentía la misma frustración de niño cuando escuchaba la campana para dar fin al descanso. Una de las actividades favoritas en el bachillerato para mí, aparte de capar clase, era hacer sonar la campana sin que se cumpliera la hora, claro, me salía del salón con la disculpa de ir al baño y a escondidas tiraba con fuerza de la lengüeta de la campana de primaria, solo por amargarle la vida a algún niño que sintiera lo mismo que yo sentía en esa época al escuchar ese sonido. Era una especie de catarsis, era encontrar a ‘charlie’ de misión del deber.

El siguiente estado de tiempo libre luego del colegio, fue en el glorioso Ejercito de Colombia y se determinaba como 'disponible', el soldado disponible era aquel que no estaba ni de guardia ni tenía ningún chicharrón, los que prestaron servicio militar saben a qué me refiero y para los que no, el soldado es mago y como éramos magos desaparecíamos de cualquier manera, yo por ejemplo me inventaba cualquier cosa por estar de disponible e irme para la capilla del batallón a dormir debajo de una silla. La falta de sueño era constante cuando preste servicio y más cuando se es PM, que cariñosamente es un curso intensivo de búho. Creo que no debe haber cambiado nada esa situación.

Estar de disponible era querer detener la espada con las palmas de las manos, es decir, era un truco de mucha práctica y de mucha agilidad mental para lograr escaparse de las guardias y de los famosos chicharrones, tales como el barrer la plaza de armas del batallón porque al comandante de guardia le molesta que le caiga polvo. Recuerdo bien una frase de un Sargento Mayor de apellido Rodríguez “El soldado debe mantener la cabeza ocupada en cualquier cosa, si se le da libertad es capaz de descargar el proveedor en todo el alojamiento”, el Sargento tenía algunos, no muchos, problemas mentales, por no decir que estaba loco.

Se llegó el momento de la Universidad y ya no se era disponible, ni se tenía ni descanso ni recreo, ahora eran ‘huecos’ en los que, en el caso de mi universidad y más que todo los primeros semestres eran ocupados para ir a tomar cerveza en una bomba que estaba fuera de la universidad.

Con la experiencia que dan los semestres y con la posibilidad de organizar el horario como mejor conviniera, tenía días que no estaba en la universidad o simplemente tenía media jornada de estudio. Ya no jugaba con mis compañeritos y mucho menos realizaba actividades deportivas, debía hacer actividades de universitario y por ende, como un ‘ñoño’ probé toda clase de cosas culturales. Teatro, para lo cual no serví para nada, ni para árbol. Pintura, pero me canse de hacer dos veces el mismo cuadro de fruticas o el famoso Bodegón. Definitivamente ese espacio lo terminé aprovechando con otros desocupados o muy ‘ñoños’ compañeros creando un grupo estudiantil de producción audiovisual que se llamaba ‘Miope Producciones’.

Y bien, llegó el momento en que estoy en mi vida y en el que estaré por bastante tiempo. El trabajo y aquí en el trabajo el maravilloso tiempo libre se llama ‘hora de almuerzo’ y como tal, es un momento en el que se comparte con los compañeros la comida del medio día y quizás, sí el tiempo lo permite, un cigarro y una charla.

Es evidente que la parte laboral es el resultado de todo lo anterior, es decir, a medida que se crece intelectualmente por así decirlo, se reduce el tiempo libre para la diversión en el día. Sí, añoro ese tiempo que no me preocupaba pagar las cuentas o que tengo que pasar el reporte de las horas extras para que me alcance el sueldo para pagar la luz o el agua, porque aquí llega cada dos meses el recibo.

No tomé en cuenta los fines de semana como tiempo libre, porque al igual que muchas personas, ese ‘tiempo libre’ se toma es para hacer las actividades que no se pueden hacer durante una semana, como en el colegio, que dejaban las tareas el viernes para que el fin de semana se estudiara.

En conclusión, el recreo, el descanso, el disponible, los huecos y la hora de almuerzo, son los espacios que entiendo como distensión, pero el real caso de todo, es que no hay mejor época y momento que el de la primaria y el bachillerato, sin preocupaciones, sin nada más que pensar. Y que si tengo el síndrome de Peter Pan. ¿Quién no desea volver hacer niño?, la próxima etapa de tiempo libre será cuando me pensione. En ese momento estaré viejo y sin ganas de hacer nada, es lo que creo, pero de igual manera me quejaré de algo o de muchas más cosas.

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